Ram Tzul es un paraíso verde en el corazón de Guatemala
Reserva natural en Baja Verapaz es una opción de turismo ecológico.
Por: Ángel Elías /@angeleliasGT
Ram Tzul significa espíritu de la montaña en idioma maya Q’eqchi. Y justamente eso alberga, la fuerza vital de la montaña en los bosques de Purulhá, en Baja Verapaz.
Para llegar se debe recorrer la carretera hacia Cobán, Alta Verapaz y en el kilómetro 158 se encuentra la reserva natural. Para comenzar, el visitante se interna por un sendero que lleva por un bosque de bambú que refresca la caminata y deja pasar fino rayos de la luz solar entre ellos. El sendero completo se llama Rubel Chaim que en idioma local significa lluvia de estrellas.

Cada paso que da el visitante lo aleja del bullicio que puede provocar la carretera cercana, para empezar a escuchar el sonido del llamado de los insectos y las aves. Un concierto polifónico de la naturaleza casi se logra entender.
Los pasos quiebran las hojas y ramas secas que dan la sensación de que somos las primeras personas que vamos por allí, pero no es así, este sitio recibe decenas de visitantes a la semana. Esto lo hace uno de los principales atractivos ecológicos del corredor nuboso.
Recorrido boscoso por RAm Tzul
La luz del sol del mediodía se intensifica, pero se alivia por las hojas de los árboles que hace una gran cúpula verde y llena de vida. Por momentos se puede ver ardillas haciendo piruetas, aves en su canto nupcial (es primavera) y la música de riachuelos que se estrella contra las rocas para abrir el paso buscando alguna poza.
Un bosque de coníferas es el segundo escenario. El sitio lo atraviesa el río Cafetal, que desemboca en el Polochic, que a su vez llega al lago de Izabal y termina su recorrido por Río Dulce en el Océano Atlántico. Una vez que el agua termine su recorrido seguro regresará hecha nubes para comenzar el ciclo.
Luego de ascensos y descensos, el bosque comienza a cambiar otra vez. Como si tuviera varios trajes para la ocasión. Ahora luce un hermoso vestido hecho de helechos y orquídeas. El sonido de la cascada se escucha muy cerca, pero aún no se puede ver.

Corazón de palpitar verde
Un mirador en el corazón de la reserva nos muestra que la catarata es grande, estruendosa y aún lejana. Un descenso de 500 metros en la montaña es el preámbulo para la aventura. Hace calor y lo verde de las hojas del bosque se vuelven intensos, como si alguien en la mañana anterior se hubiera tomado la delicadeza de colorear cada hoja.
Entre piedras, tierra floja, hongos de colores, helechos de tamaños jurásicos y el sol aparece la cascada Ram Tzul, una caída de agua de 60 metros de altura que estremece al visitante al acercarse cada vez más. Un sendero un poco lodoso y lleno de hojas por momentos oculta la caída en algunos recodos.

Al llegar a sus márgenes se siente la brisa que deja sentir en el rostro el aliento de selva que respira. Un latir constante y armonioso de agua que ofrece una niebla de rocío al momento de estrellarse contra las piedras. Es una torre de piedra y agua que ha estado así durante miles de años.
Su sonido invita a quedarse, a meditar, pensar sobre el poder de la naturaleza para transformar el entorno.
La hora del retorno llega y tomamos nuestras cosas, como no queriendo partir y despedidos por las aves que invitan al retorno. La cascada Ram Tzul es ese guardián de vida que tiene los secretos del bosque que quiere que descubramos.

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